Impotencia, dolor, ira y rabia

Impotencia, dolor, ira y rabia

 

Queridos compañeros y compañeras:

Intentar explicar lo vivido en Valencia durante estos terribles días es complejo. El martes 29 de octubre de 2024 quedará marcado en la historia de la Comunitat Valenciana como uno de los mayores desastres naturales, pero además, tanto ese día como los posteriores, como uno de los mayores fracasos políticos por incompetencia absoluta. 

Lo primero y principal es sentir el dolor por las más de doscientas víctimas mortales, cada una con su nombre y apellidos que nunca imaginaron su desgraciado final.

La falta de coordinación entre las administraciones, estatal y autonómica, y el lanzarse la pelota unos a otros, sólo ha dado como resultado el dolor y la rabia de una sociedad que desde el minuto uno se lanzó a ayudar a las víctimas. La cantidad de voluntariado que ha acudido y sigue acudiendo a las zonas afectadas es enorme. Cabe destacar en este apartado a la juventud, que ha demostrado que sí se puede contar con ellos. El problema es que nadie se ha encargado de organizar adecuadamente esa valiosa ayuda.

Por otro lado, también ha aflorado lo peor del ser racional, no se le puede decir humano, con saqueos en tiendas e incluso en casa particulares que ya habían sido arrasadas por el agua. Como han comentado algunos conocidos, las dos primeras noches fueron realmente espeluznantes. Desde los balcones, los vecinos sin dormir, apuntaban con sus linternas a cualquier movimiento de personas por la calle, gritándoles porque en su mayoría eran saqueadores. O tener que quedarse a dormir en su domicilio casi destruido totalmente para que no les robaran lo poco que les había quedado en el piso de arriba. 

La incompetencia de la administración autonómica ha quedado reflejada en varios episodios a lo largo de este trágico suceso: aviso de emergencia a los móviles cuando la gente ya se estaba ahogando cuando la alerta roja de la Aemet comenzó a las 7.36 h de ese mismo día, creación de una centro de voluntariado el domingo día 3 de noviembre que fue un caos total, una consellera de emergencias que admite que no conocía el sistema de avisos y no es capaz de dimitir en ese mismo momento, profesionales de rescate que acuden llamados por la Generalitat a la zona y no se les asigna ninguna tarea y tienen que volver dos días después a casa, cuerpos de bomberos y militares deseando acudir a ayudar y nadie los activa,…..

Pasaron prácticamente tres días, para poder ver a un número considerable de militares y fuerzas del orden ayudando en las complejas tareas de búsqueda de desaparecidos y de limpieza. 

Habitantes de los pueblos de la Ribera Alta y Baja, que en octubre 1982 sufrieron la “pantanada” de Tous, decían que en aquel momento, hace más de 40 años, al día siguiente todo estaba lleno de fuerzas del ejército y de cuerpos de seguridad del estado trabajando y no entendían que esta vez haya habido este retraso. Nadie se lo explica.

En definitiva, además del enorme dolor por las víctimas y los daños materiales, la rabia y la ira se ha instalado en la sociedad valenciana, porque no entendemos que la clase política haya abandonado a las víctimas de esta forma tan cruel. 

Como siempre, la comunidad autónoma culpará al Estado y el Estado a la comunidad autónoma, de esta forma nadie se considerará responsable. Así además, se consigue seguir polarizando a la sociedad y evitar que todos unidos despertemos ante la ineptitud demostrada. Todo ello hace que sea difícil que hayan aprendido algo para evitar que se vuelva a repetir este desastre incalificable. ¿Cómo es posible que no exista un protocolo claro ante la activación de una alerta roja? ¿Por qué la población no tiene información de cómo debe actuar en estos casos? En cada polígono industrial, en cada pueblo, etc. Cualquier sociedad avanzada debería tenerlos. 

Hasta que las víctimas puedan volver a su rutina habitual pasarán varios meses, pero el dolor, la impotencia y la incomprensión seguirán durante toda su vida. 

Por último, no olvidemos que todo esto es una causa directa del cambio climático, que lo queramos ver o no, está acabando con nuestro planeta. Las evidencias científicas no engañan y el infierno vivido estos días es una demostración más.